domingo, 18 de abril de 2010

LOS NUEVOS TRES TERCIOS DE LA POLITICA CHILENA


Décadas atrás, Chile estaba dividido políticamente en tres tercios de comparable fuerza electoral. La derecha, formada por el Partido Conservador y el Liberal (después reunidos en el Partido Nacional), representaba el statu quo; la izquierda, dominada por los partidos Comunista y Socialista, se hallaba organizada en el Frente de Acción Popular (más tarde, Unidad Popular) y propiciaba una transformación radical de la sociedad chilena que, con el correr el tiempo, adquirió acentuados tintes revolucionarios; y el centro, constituido por la Democracia Cristiana, abogaba por una tercera vía, de contornos imprecisos, que luego llegó a denominarse “Revolución en Libertad”. Sabemos que la primera de estas alternativas ganó las elecciones de 1958, con Alessandri. La Democracia Cristiana llegó al poder en 1964, con Frei Montalva. La opción de izquierda triunfó en las elecciones de 1970, con Allende. Tres años más tarde tuvo lugar el golpe militar.

En los años sesenta, a medida que la sociedad chilena se polarizaba, estos “tres tercios” se miraban recíprocamente como alternativas excluyentes. Cada uno de ellos proponía un tipo de sociedad que los otros dos consideraban inaceptable. No obstante, para la derecha, la Democracia Cristiana era un mal menor; y viceversa.

El régimen militar instaurado mediante el golpe de 1973 contó con el apoyo de la derecha política y, con significativas excepciones, con el de los partidarios de la Democracia Cristiana, quienes lo vieron, al menos inicialmente, como un mal necesario.

Se suele decir que la superación de la dictadura militar fue también posible por una alianza de dos de los antiguos tres tercios. Aunque esta afirmación tiene parte de verdad, también envuelve una simplificación. Lo que hizo posible la Concertación fue que, hacia fines de los años 80, el antiguo bloque de izquierda había moderado sus posiciones y el Partido Comunista ya no formaba parte de él.

A medida que avanzaban los gobiernos de la Concertación parecía que Chile había dejado atrás los años de polarización política destructiva. El país había logrado forjar un acuerdo político de centro, que se extendía hacia la centro izquierda y la centro derecha. Un elevado porcentaje de los chilenos estaba ostensiblemente de acuerdo en el valor de las siguientes nociones: democracia, estado de derecho, economía libre y justicia social. Es difícil calibrar el grado de convicción genuina en torno a tales acuerdos pero, por lo menos, éstos llegaron a formar parte del discurso de una amplia mayoría de los actores políticos.

Sin embargo, los progresos que se hayan podido alcanzar en años recientes y las expectativas de las nuevas generaciones, conducen a una inevitable pregunta: ¿Cómo avanzar más decididamente hacia una sociedad próspera y equitativa y cuáles son los principales obstáculos que es preciso vencer?

Es aquí donde hace falta mirar más allá de los esquemas tradicionales y preguntarse si no han surgido en Chile otros tres tercios, cuyos contornos y límites no se identifican necesariamente con los de los partidos. Yo lo creo así. Estos nuevos tres tercios serían los siguientes. Primero, un sector que se refugia en sí mismo, en sus costumbres y privilegios, que no se conecta con el Chile real y que no está dispuesto a aceptar los cambios necesarios para que el país ofrezca efectivamente mayor igualdad de oportunidades para todos; para este sector, si se llegan a acumular tensiones sociales, bueno, cada tres o cuatro generaciones habrá que recurrir a alguna salida autoritaria. Segundo, una parte de la sociedad, de tendencia clientelar, consciente de sus carencias y asertiva en sus agravios, pero todavía condicionada a esperar que las soluciones les sean dadas fundamentalmente por el Estado. Finalmente, un sector relativamente transversal, en el que concurren distintas visiones sobre soluciones específicas, pero donde existe una convicción compartida sobre que el progreso en una sociedad moderna supone incentivar el emprendimiento individual, fomentando sus aspectos creativos y regulando su dimensión depredadora; y, a la vez, implica impulsar medidas de fondo para generar mayor igualdad de oportunidades.

Mientras no se incremente este último tercio, tendremos en el futuro serios riesgos de asomos demagógicos, estallidos sociales, y tentaciones autoritarias.