martes, 8 de marzo de 2011

EL MUNDO ARABE Y LAS OLEADAS REVOLUCIONARIAS


En los últimos tres siglos ha habido varios ejemplos de revoluciones que se esparcen por toda una región del mundo. Algunas han tenido un objetivo de emancipación nacional: A comienzos del siglo XIX, las guerras de independencia en los países de América; mucho más tarde, en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, los movimientos anticoloniales de Africa y Asia.

En cuanto a oleadas de insurgencia democrática (o, si se quiere, anti-autoritarias) destacan las revoluciones del año 1848 en muchos países de Europa. Aunque en el corto plazo fueron controladas por los poderes de turno, sí hubo consecuencias de fondo, aunque algunas se manifestaron sólo mucho tiempo después. Parecido sello pro democracia tuvo, hace poco más de veinte años, el derrumbe de los regímenes comunistas de Europa Central y Oriental.

Y ahora el mundo árabe…. Los levantamientos que pusieron fin de los gobiernos personalistas de Ben Ali, en Túnez y de Mubarak, en Egipto, que están generado una guerra civil en Libia y que tienen en ascuas a la mayoría de los demás países árabes, son, en primer lugar, sorpresivos. Nadie en estos países o en la comunidad internacional los vino venir. También se puede decir que no se trata de revoluciones anti-coloniales. Está claro que se dirigen contra los regímenes establecidos, o, al menos, contra sus líderes eternizados en el poder. Pero ¿se trata de revoluciones democráticas?.

La respuesta más cauta es que es demasiado pronto para saberlo. Hay algunos factores que apoyan el optimismo, si no de resultados prontos, por lo menos a mediano y largo plazo: la globalización de las aspiraciones de libertad, justicia social y acceso a oportunidades, así como el potencial movilizador de las nuevas tecnologías de comunicación.

Hay también, razones para moderar al entusiasmo. Una de ellas es que las fraternidades islámicas, aunque minoritarias en muchos de estos países, son unas de las pocas organizaciones cohesionadas – si no las únicas – , capaces de actuar como un partido político férreo. Es cierto que en los últimos años se han desatado en Occidente prejuicios contra el Islam. Pero no se necesita ser un Sam Harris o una Oriana Fallaci, considerados por muchos como los paladines de la islamofobia, para concordar que, con la excepciones del caso, los clérigos musulmanes y gran parte de los fieles no han aceptado aún ni el principio de separación de religión y Estado ni que los individuos tengan derechos más allá del poder temporal o confesional.

Otra de las razones que llama a no esperar grandes cambios demasiado pronto, es que los poderosos los grupos de interés (por ejemplo, los líderes militares egipcios) podrán tolerar algunos cambios pero siempre que no afecten sus privilegios establecidos desde hace largo tiempo.

Entretanto, fuera del Medio Oriente, las naciones más poderosas aguardan y calculan. Es sabido que los países se movilizan principalmente por consideraciones -comúnmente cortoplacistas - de interés nacional o bien por razones geopolíticas dominadas por la noción de estabilidad. ¿Habrá una marejada de refugiados árabes llegando a nuestras costas a pedir asilo? ¿Cuáles serán los efectos en la economía internacional? ¿Cómo se ve afectado el sistema de equilibrio de poderes en el Medio Oriente?.

Comoquiera que sea, el curso de la historia demuestra que las reivindicaciones de las mayorías se van abriendo camino, en esta década o la otra, en el presente siglo o en el siguiente. Y que este proceso no sólo se ve impulsado por las ideologías o los intereses materiales, sino también y crecientemente, por las posibilidades que ofrecen los cambios tecnológicos.

En suma y parafraseando a Churchill, puede ser que lo que está sucediendo no sea el fin de la autocracia en el Mundo Arabe. Quizás tampoco sea el principio del fin. Pero ciertamente parece ser el fin del principio.