domingo, 21 de agosto de 2011

¿REORDENAMIENTO POLITICO?


“No hay política sostenible sin partidos”. Esta afirmación ha sido desde siempre un axioma del discurso democrático. Se suele olvidar, sin embargo, que el sistema moderno de partidos políticos se estructuró sólo hace poco más de dos siglos. Y sucede que en el tiempo transcurrido desde entonces ha habido cambios muy profundos en materia de organización estatal, sistemas económicos, tecnología, ideologías y valores. Tan profundos que se estima que desde el fin de la Guerra Fría se ha iniciado una era radicalmente distinta. O más bien, ha comenzado un interregno durante el cual los modos de antaño ya no tienen vigencia y los nuevos aún no terminan de configurarse.

Ha subsistido, sí, el sistema de partidos políticos como instrumentos de representación popular, de acceso al poder y de influir en los asuntos públicos. Esta sobrevivencia se explica en parte porque la época que quedó atrás murió por marchitamiento, no por estallido; en tales casos, los cambios se hacen más difíciles y el sentido de urgencia es menos apremiante.

Es curioso que precisamente durante esta fase postrera de la democracia de partidos, haya prosperado en Chile la Concertación por la Democracia, la alianza política más duradera y reputadamente más exitosa de la historia política del país. Esto se explica, en parte, por su sentido de misión de reconstruir la democracia quebrantada y, en parte, por los incentivos del sistema binominal. En todo caso, el transcurso de 20 años y las fatigas de cuatro presidencias consecutivas han desgastado a esta coalición.

¿Y ahora qué? La pregunta atañe no sólo a la Concertación sino al conjunto del sistema político. La vieja apuesta de reordenar el naipe tradicional de los tres tercios (derecha, centro, izquierda), moviendo a la DC hacia una alianza con la derecha ya fue insinuada años atrás por dirigentes de la UDI partidarios de crear un Partido Popular a la española. Recientemente, ha sido reeditada con los dichos del Ministro Hintzpeter sobre las afinidades valóricas que él dice tener con la Democracia Cristiana. Paralelamente, el inminente pacto entre el PS y la DC despertó la inquietud del PPD. Este partido sugirió inicialmente que podría ir a las elecciones con “las organizaciones sociales”; luego moderó su posición, quizás por la dosis de pragmatismo que impone el sistema electoral binominal.

Me parece que estos hechos, así como el perenne llamado a la renovación generacional, pero dentro del cuadro de los partidos que tenemos, son meras burbujas de una cocción de mucho más largo alcance. Probablemente los cambios que vendrán tendrán que ver, en lo sustantivo, con nuevas expresiones de la dicotomía cristianismo-laicismo y de las demandas por superar la pobreza y distintas formas de exclusión social; éstos han sido los grandes ejes históricos de la política chilena. Y en lo organizacional, el reto consistirá en forjar inéditas modalidades de representación y participación popular, en un cuadro político que se tornará progresivamente más encrespado por el creciente malestar de la gente, el cual encuentra formas cada vez más noveles, masivas y ágiles de manifestarse.

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